Proteína microbiana, cultivos celulares o probióticos, el “menú” de las mesas de 2030

Proteína microbiana, cultivos celulares o probióticos, el “menú” de las mesas de 2030

El panel de BIOSPAIN en la que participó nuestra directora de I+D, Inés Echeverría, junto a ponentes de Cocuus, MOA, Nucaps, Pentabiol y Tebrio, puso de manifiesto cómo la biotecnología ya está teniendo un papel protagonista en el desarrollo de los alimentos del futuro.

Mikel Arilla, técnico de Vanguardia y Tendencias de CNTA

 

“¿Qué comeremos en 2030 gracias a la biotecnología?”. Es la pregunta que sirvió como premisa a esta mesa redonda enmarcada en BIOSPAIN, evento celebrado hace pocos días en Pamplona y organizado por AseBio, a quien agradecemos que contara con CNTA en su programa de mesas redondas. ¿La respuesta? No es sencilla, pero sí que podemos destacar algunas claves que pueden acercarnos a ella.

La biotecnología está ya transformando el mundo de la alimentación. A diario, vemos cómo los desarrollos basados en Single Cell Protein (SCP o proteína microbiana) o alternativas a la carne y el pescado en base a cultivos celulares siguen creciendo, aunque su aterrizaje en el mercado vaya a ser paulatino. Los ponentes coincidieron en que nos encontramos en una fase clave, en la que se está trabajando en el escalado industrial de estas soluciones innovadoras cuyo objetivo es ampliar el espectro de fuentes proteicas alternativas a las de origen animal. El avance en tecnologías como la fermentación, el scaffolding o la bioimpresión podrá hacer más fácil que esos desarrollos se tornen en productos o ingredientes con aplicación real y accesible para un gran número de consumidores.

Por otro lado, el auge de los pre, por y postbióticos en diferentes productos alimentarios y nutraceúticos es una tendencia también ascendente. A ese respecto, se anticipó que el modelo estadounidense, donde se trabaja con mayor detalle en definir la funcionalidad de estos ingredientes adaptándola a diversas patologías, debería ser el siguiente paso a nivel europeo. Hasta ahora, en nuestro continente se han dado avances en la regulación sobre etiquetado de pre y probióticos pero no se está ahondando en aplicaciones específicas, como sí ocurre en Estados Unidos.

En lo relativo a la tecnología que podría facilitar la llegada de más soluciones al mercado, sin duda la encapsulación es la que está mostrando resultados más prometedores, al permitir integrar los ingredientes en diversidad de matrices alimentarias y vencer barreras como la baja estabilidad, o el sabor o el aroma poco agradables para el consumidor. También se previó el progreso de las ciencias ómicas aplicadas a la caracterización de ingredientes funcionales y, por tanto, pensadas como una herramienta optimizar las formulaciones de alimentos que busquen un efecto beneficioso en la salud del consumidor.

 

¿Cómo hacer real esta transformación alimentaria?

Se lanzaron sobre todo dos mensajes:

Uno, la necesidad de apuntalar la innovación colaborativa entre empresas, startups, centros tecnológicos y otras entidades de investigación. A mayor conocimiento generado y compartido, mayores posibilidades de acelerar esa transformación y, por tanto, del cambio de paradigma en los sistemas alimentarios que consumidores, industria y administraciones están buscando.

En segundo lugar, buscar un enfoque global, de objetivos comunes alineados con los grandes retos a nivel social: la población creciente a la que alimentar o la necesidad de reducir emisiones de CO2 desde la industria agroalimentaria o minimizar el desperdicio alimentario.

En definitiva, ¿Qué horizonte se vislumbra en 2030?

Un horizonte en el que quizás haya nuevos productos en la mesa de los consumidores y en el que los alimentos de origen animal convivan con otros procedentes de fuentes totalmente diferentes (vegetales, insectos, cultivos celulares…). Un horizonte en el que a la ganadería y la agricultura tradicionales le acompañen otras formas de producción industrial como los biorreactores industriales. Y, por qué no, un horizonte en el que todos los avances tecnológicos permitan una adaptación más personalizada a las demandas sostenibles y saludables del consumidor.

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